Desde que nacemos, la rutina genera hábitos y produce un efecto tranquilizador, dando forma a nuestro equilibrio emocional y favoreciendo el desarrollo de nuestra personalidad. La rutina se convierte así en algo positivo y maravilloso.
Routine evoca esa calma interior que anuncia el devenir de una profunda transformación que sólo puede suceder desde la quietud y la estabilidad.